El cuerpo no necesita permiso para sanar

Imagina que tu cuerpo es como un río que fluye naturalmente. Ese río no necesita instrucciones sobre cómo avanzar; sabe qué hacer, dónde girar, y cómo nutrir las tierras a su paso. Así es tu cuerpo: tiene una capacidad innata para regularse, adaptarse y, sobre todo, sanarse.

Sin embargo, ¿qué sucede si en ese río colocamos piedras o escombros que bloquean su flujo? ¿Se seca? No, pero comienza a fluir de manera menos eficiente. El agua sigue su curso, pero el obstáculo le impide funcionar como debería. Lo mismo ocurre con tu cuerpo cuando enfrenta interferencias: su capacidad natural de sanación se ve limitada. Aquí es donde entra en juego la quiropráctica.

Cada segundo de cada día, tu cuerpo está trabajando incansablemente para mantenerte vivo. Tu corazón late sin que tengas que recordarle, tus pulmones saben exactamente cómo captar el oxígeno que necesitas, y hasta la pequeña herida en tu dedo se cierra por sí sola. ¿Te has parado a pensar cómo sucede todo esto?

El secreto está en tu sistema nervioso, esa autopista de comunicación que conecta tu cerebro con cada célula, órgano y tejido. Es el director de orquesta de tu cuerpo, enviando señales que mantienen todo en armonía. Sin embargo, cuando hay interferencias en esta comunicación, llamadas subluxaciones en términos quiroprácticos, tu cuerpo puede perder esa sinfonía perfecta.

Como quiropráctico, mi papel no es «curarte». La verdad es que tu cuerpo ya sabe cómo hacerlo. Mi trabajo es como el de un jardinero: remuevo las malas hierbas para que las flores puedan crecer libres. Ajustando la columna vertebral, eliminamos esos obstáculos que bloquean la comunicación interna, permitiendo que tu cuerpo haga lo que mejor sabe hacer: sanarse a sí mismo.

La inteligencia innata de tu cuerpo

Una curiosidad que nunca te planteaste: ¿Sabías que tu piel se regenera completamente en aproximadamente 28 días? Esto significa que cada mes tienes, literalmente, «nueva piel». Pero, ¿cómo sabe tu cuerpo cuándo y cómo hacerlo? La respuesta es que no necesita instrucciones externas: esa inteligencia innata siempre está activa, trabajando para ti. Lo mismo ocurre con tus huesos, tus músculos e incluso tus emociones.

La quiropráctica no introduce nada externo en tu cuerpo; simplemente restaura el equilibrio que siempre estuvo ahí.  Piensa en un jardín que no recibe suficiente agua porque la manguera está doblada. ¿Es el jardín el problema? No. El problema es la falta de flujo. Cuando enderezas la manguera, el agua vuelve a fluir y el jardín recupera su vitalidad. Ajustar tu columna es como enderezar esa manguera: el flujo nervioso se restaura, y el cuerpo puede florecer nuevamente.

Tu cuerpo no necesita permiso para sanar. Lo único que necesita es que le permitas hacerlo. La quiropráctica es una herramienta que te ayuda a reconectar con tu capacidad innata de autorregulación.

La próxima vez que dudes de la capacidad de tu cuerpo, recuerda esto: cada herida que has sanado, cada resfriado que has superado, y cada día que te levantas por la mañana es prueba de que tu cuerpo es una máquina de sanación extraordinaria. ¡Confía en tu cuerpo!

 

Espero que te haya servido para entender un poco mas como funcionamos todos ☺

Con mucho cariño,

David Arasa

0 comentarios

Dejar un comentario

¿Quieres unirte a la conversación?
Siéntete libre de contribuir!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *