Reflexiones de Semana Santa
Como muchos ya sabréis porque lo hemos estado hablando en la consulta, esta semana santa he estado en casa de mis padres en Tortosa para poder descansar y desconectar después de una temporada bastante larga de mucho trabajo, problemas y preocupaciones tanto en mi ámbito personal como en la parte laboral (lo que ha sido completamente agotador).
Semanas antes de las vacaciones, me planteé ir a visitar a una gran amiga mía que vive en Escocia o ir a alguna ciudad de Europa que tengo en mi lista de pendientes desde hace ya bastante tiempo. Para los que me conocéis un poquito más, una de mis grandes pasiones en esta vida es viajar. A lo largo de los años me he dado cuenta que siempre que he hecho un viaje, he vuelto a casa conociéndome mucho más a mi mismo, y con un crecimiento personal brutal –ya sea porque he conocido gente nueva, he visto otras formas de vivir muy diferentes a la mía, he conocido nuevas culturas, he aprendido cosas sobre la mentalidad de otras personas, y una larguísima lista de etc. que no terminaría nunca.
Aunque me encante viajar, estos 5 días de parón por Semana Santa me apetecía más estar conmigo mismo en un ambiente familiar, y no estar siguiendo una lista enorme de cosas que visitar y hacer… porque todos sabemos que cuando nos vamos de vacaciones, cuando volvemos a casa, necesitaríamos otras vacaciones iguales para poder recuperarnos. Así que decidí quedarme en casa de mis padres y hacer lo que mi cuerpo y mi mente me pidieran en cada momento.
Tengo que reconocer que han sido unos días maravillosos. Durante el día principalmente he estado por la playa o visitando algunos pueblecitos de alrededor, como Miravet. También me apeteció mucho leer varios libros de mi estantería que ya llevaban un tiempo allí, que siempre tenía ganas de leer pero nunca encontraba el tiempo para empezar a hacerlo. Me he leído una novela que me ha sorprendido bastante y luego un libro que me ha sentado como terapia. Su nombre es La Biblioteca de la medianoche de Matt Haig (muy recomendado).
Días tranquilos en casa
Algunos días hemos comido en algún restaurante y otros días hemos comido en casa, preparando la comida en familia, me ha recordado a los fines de semana de mi adolescencia cuando preparábamos la comida o la cena juntos para después comer los tres juntos hablando de la vida sin ningún tapujo. Mis padres estuvieron ahí para mostrarme todo su cariño, apoyo y para mimarme el poco tiempo que hemos estado juntos. Lo considero una de las pruebas de amor más grandes que he visto en mi vida.
Durante las tardes dediqué tiempo a estar en contacto con la naturaleza o a recorrer los lugares que solía frecuentar hace 10 años, cuando vivía en Tortosa. Me sorprendió mucho reflexionar sobre esa época de mi vida y darme cuenta de todo lo que he experimentado y crecido desde entonces. Debo admitir que me invadió una sensación de nostalgia, la cual creo que echaré de menos en los próximos días. Estos momentos me llevaron a reflexionar sobre la importancia de vivir cada momento como si fuera el último. Hay personas que antes eran parte de nuestra vida y ahora no lo son, porque nuevas personas maravillosas han entrado en ella. Los problemas que nos preocupaban en el instituto han perdido relevancia, ya que la vida cambia y evoluciona junto a nosotros. No podemos permitir que cosas insignificantes nos impidan disfrutar del momento presente, ya que en el futuro carecerán de importancia.
Por las noches normalmente salía a cenar con mis amigos y después a tomar unas cervezas y ponernos al día de todas las cosas que han sucedido desde la última vez que los vi. Con algunos de ellos reconecté otra vez, cosa que me gustó mucho ya que desde los últimos años había perdido un poco el contacto por la distancia. Valoré enormemente el tiempo compartido con aquellos que formaron parte de mi vida durante tantos años y con quienes compartí momentos significativos que marcaron nuestras vidas.
En resumen, han sido unos días geniales que me han hecho valorar los pequeños momentos de la vida como estar con nuestros seres queridos, amigos pero sobre todo, decidir cuidarse un mismo haciendo lo que le apetece en cada momento, la vida ya es suficientemente complicada como para vivir en piloto automático y sin ganas ni ilusión por las cosas que estamos haciendo en nuestras vidas.
Con mucho cariño,
David Arasa.
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